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Un Viaje al Corazón Cartográfico: ¿Dónde Encontrar los Mapas Antiguos de México?
Cuando la gente me pregunta dónde están los mapas antiguos de México, siempre sonrío. No buscan un punto en un mapa actual, sino la entrada a un tesoro. Y ese tesoro, amigos, se resguarda en lugares llenos de historia. El corazón de este universo es, sin duda, la Mapoteca Manuel Orozco y Berra, en la Ciudad de México. Recuerdo la primera vez que entré; es un lugar que impone, con más de 100,000 documentos que son el ADN geográfico de México, desde el siglo XVII. Para cualquiera que ame la historia y la geografía de nuestro país, es una parada obligada.
Pero la historia de nuestros mapas empezó mucho antes. Antes de que los barcos españoles tocaran nuestras costas, aquí ya se dibujaba el mundo. Cronistas como Hernán Cortés se quedaron con el ojo cuadrado al ver los mapas que les mostraban, hechos en tela de henequén o piel, con una precisión asombrosa de costas y ríos. Estos documentos, que hoy llamamos códices, eran mucho más que mapas. Eran libros de historia, genealogía y religión, todo en uno. El Códice Xolotl, por ejemplo, es una verdadera crónica visual que narra la llegada de los chichimecas al Valle de México, marcando cada lugar con sus símbolos. Era una forma de ver el mundo muy distinta a la europea. Mientras en Europa se obsesionaban con la matemática de los griegos para hacer mapas, aquí el espacio estaba casado con el tiempo y lo sagrado.
El choque de estas dos maneras de ver el mundo en el siglo XVI creó algo único: la cartografía hispanoindígena. Nuestros 'tlacuilos', los artistas y escribas prehispánicos, no dejaron de pintar mapas, pero empezaron a mezclar su estilo con el europeo. Es una fusión fascinante. Un ejemplo increíble son los mapas de las Relaciones Geográficas de Indias. La corona española mandó un cuestionario a todos los rincones de la Nueva España para saber qué diantres había en sus nuevas tierras. Muchas respuestas venían con mapas hechos por manos indígenas, que hoy son una joya para entender cómo era el México de esa época. Ves glifos de cerros junto a iglesias, caminos prehispánicos al lado de rutas nuevas. Estos mapas antiguos son un testimonio de cómo nuestra cultura se adaptó y resistió. Por eso, buscar estos mapas no te lleva a una coordenada, sino a lugares como la Mapoteca, la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia o el Archivo General de la Nación, donde se guardan estas memorias de papel y tinta que construyeron la idea de México.

El Territorio Dibujado: Mapa y División Territorial en los Mapas Antiguos
Un mapa, sobre todo uno antiguo, es una declaración de poder. No solo te dice "esto es aquí", sino que también grita "esto es mío y así se organiza". Antes de la Conquista, el territorio se organizaba en 'altépetl', que eran los señoríos. En los códices no verás líneas fronterizas como las de ahora. La división se marcaba con símbolos de lugares importantes, como cerros o ríos, que delimitaban el territorio de una comunidad. El Códice de Santa María Asunción, por ejemplo, es básicamente un catastro antiguo de la zona de Tepetlaoztoc, donde se dibujan las parcelas y propiedades. Te muestra una idea del territorio basada en la comunidad y el uso de la tierra, algo muy diferente a la propiedad privada que trajeron los españoles.
Con la llegada de los españoles, todo cambió. Borrón y cuenta nueva. Crearon el Virreinato de la Nueva España en 1535, un monstruo territorial que iba desde lo que hoy es California hasta Centroamérica. Los primeros mapas antiguos de esa época, como el que se le atribuye a Cortés, muestran una Tenochtitlán conquistada y un montón de tierra por explorar. Eran mapas de la ambición, más que de la realidad. Su chamba era decirle a Europa: "Miren todo lo que nos acabamos de agenciar". Es curioso, porque los chinos hacían algo parecido, dibujando su imperio en el centro y a los demás como bárbaros en las orillas. Aquí, el centro de todo era la Ciudad de México.
Con el tiempo, la administración colonial se fue afinando. Dividieron el virreinato en reinos y provincias, como la Nueva Galicia o Yucatán. Esta nueva organización se encimó sobre las divisiones indígenas, creando un verdadero rompecabezas. Un tema clave fue la creación de los 'pueblos de indios'. Los mapas que estas comunidades hacían para defender sus tierras en juicios son una chulada. Mezclan sus símbolos de siempre con cruces, iglesias y términos legales en español. Eran, literalmente, campos de batalla de papel donde se peleaba por la tierra y la memoria. Documentos como el Códice Mendoza, encargado por el primer virrey, son una mina de oro. Ahí se ve clarito qué pueblos pagaban tributo a los mexicas y con qué. Los españoles, que no tenían un pelo de tontos, usaron esa misma estructura para cobrar sus propios impuestos. Así, cada línea en esos mapas antiguos nos cuenta una historia de conquista, de negociación y de cómo se fue armando el México que conocemos.
Geografía, Hidrografía y Clima en la Cartografía Histórica de México
Representar la geografía física de México, con sus sierras, ríos y costas, ha sido todo un reto. En los códices prehispánicos, la naturaleza se dibujaba con símbolos cargados de significado. Un cerro ('tépetl') era una especie de campana con un símbolo adentro que te decía su nombre. Un río ('apan') era una corriente de agua con espirales. No buscaban ser realistas, sino identificar lugares sagrados. Para nuestros antepasados, la geografía tenía alma; las montañas eran dioses y las cuevas, puertas al inframundo.
Con la llegada de los españoles, la cosa cambió. A ellos les urgía mapear con más realismo para poder navegar, conquistar y explotar. La costa del Golfo fue de lo primero que se dibujó con cierto detalle. A lo largo del siglo XVI, los mapas de las Relaciones Geográficas nos regalaron vistas locales increíbles. En ellos, los dibujantes indígenas representaban los ríos y montañas de su tierra, mezclando sus símbolos con un estilo más descriptivo. La joya de la corona de esta época es, para mí, el Mapa de Uppsala. Hecho como en 1550, es una fotografía en el tiempo del Valle de México. Se ve con una claridad impresionante todo el sistema de lagos, las calzadas, los acueductos. Es fundamental para entender la maravilla de ingeniería que era esta zona antes de que la desecaran.
¿Y el clima? Eso era más difícil de dibujar. Pero los mapas antiguos nos dan pistas. Si veías que en una zona se sembraba cacao, sabías que era tierra caliente. Las descripciones de las sierras nevadas o los desiertos también daban una idea de la enorme diversidad climática de México. Esta información era oro molido para la Corona. Hoy, instituciones como el INEGI son las herederas de esa necesidad histórica de medir y mapear el territorio y a su gente. El trabajo que hacen es la continuación de una historia que empezó hace siglos.
El avance científico no paró. Para el siglo XVIII, los mapas ya usaban sombreado para dar relieve a las montañas y eran mucho más precisos con los ríos. La cosa llegó a otro nivel con Alexander von Humboldt a principios del XIX. Sus mapas no solo eran exactos, sino que estudió la relación entre la altitud, el clima y las plantas. Fue un pionero. Cuando comparas estos mapas científicos con un códice, te das cuenta de que no hay una sola forma de ver el mundo. Cada mapa es un universo, un reflejo de la cultura que lo creó. Y los de México, créanme, son de los más ricos y complejos que existen.